Ortografía

Tradicionalmente se entiende por gramática normativa aquella que enseña los usos lingüísticos aceptables. La costumbre, la tradición, las enseñanzas de la Gramática y las reglas que dan las academias sirven de base para establecer la norma. A pesar de que se arremeta muchas veces contra las instituciones que velan por el buen uso del idioma, la verdad es que, aun pudiendo discrepar de algunas de sus prescripciones o recomendaciones, estas constribuyen a la cohesión del idioma y generalmente esos consejos se fundamentan en sólidas razones basadas en el estudio de la Gramática así como en el uso que realizan los hablantes, sobre todo, actualmente, ya que antaño podía prevalecer en mayor medida el argumento de autoridad o el uso de las plumas más destacadas, hoy día también se tiene en cuenta a los grandes escritores, pero con cautela ya que muchas veces estos precisamente contravienen las normas para crear neologismos, resultar originales, etc., de ahí que muchas veces se recurra a los medios de comunicación y, en general, al uso del nivel culto, por lo que la gramática normativa de hogaño se basa en gran medida en la observación, comienza practicándose una gramática descriptiva, que describe los usos, y a partir de estos, de su aceptación y de su lógica, congruencia y razón de ser con las estructuras del idioma, con su gramática, se van elaborando gramáticas normativas cada vez con un mayor rigor científico que no está reñido en modo alguno con una disciplina humanística, quizá la más humanística de todas, como la lingüística y por extensión la Filología. Por ello, la enseñanza de la lengua suele tener una parte normativa; así, el habla de las gentes se uniforma en parte, lo que facilita la comunicación. La ortografía trata de la correcta escritura y la ortología de la buena pronunciación. En primer lugar, habría que resumir la primera en tres grandes apartados: La ortografía de las letras, el acento y los signos de puntación y es que estos últimos, como dice mi buen amigo Gómez Torrego, son muy importantes y los que hemos corregido exámenes o textos la verdad es que agradecemos sobremanera poder leer un texto bien puntuado.

Gómez Torrego (Vídeo)

A la hora de ver la ortografía de las letras habría que reparar en que todas las lenguas tienen problemas ortográficos porque en todas se producen con el tiempo desajustes entre fonemas y letras o grafemas. La ortografía del español, pese a lo que se diga, es bastante sencilla, muchísimo más, por ejemplo, que la del inglés o el francés, idiomas en los que son mucho mayores los desajustes. Los desajustes entre fonemas y letras pueden ser de tres tipos. Un fonema puede ser representado por más de una letra, por ejemplo, el fonema /i/ puede estar representado por la letra i (ir, vino, cima) y por la letra y (rey, soy, y) o el fonema /k/ puede estar representado por la letra c (casa, cosa, Cuenca), por la letra k (kilo, kiosco) o por las letras –dígrafoqu (querer, quiso). Asimismo una letra puede representar a varios fonemas distintos, por ejemplo, la letra c representaba al fonema /k/ (casa, coral, cuerda), pero también al fonema /θ/ (circo, cerco) y al fonema /s/ en las zonas de seseo o seseantes (circo, cerco). Y, por último, una letra puede corresponder a un fonema cero, la letra hache es muda, no representa ningún fonema. Dentro de los fonemas representados por más de una letra pueden reseñarse el fonema /i/ que ya se ha mencionado, el fonema /b/ que puede estar representado por las letras b (bobo, club), v (vivir, volver) y w (watio, Wagner) y es que las pronunciación labiodental de la v –que se conserva en francés- desapareció del español en el siglo XVI, volvió a sus orígenes del castellano primitivo perdiéndose esa diferenciación del castellano alfonsí y hoy es bilabial, como la b. El fonema /g/ puede estar representado por la letra g ante a, o, u, r, l: garra, gota, gusto, gracias, glotón; por el dígrafo gu ante e, i, donde esa u no corresponde a ningún fonema: guerra, guiso; y por el las letras , ya que al añadir diéresis a la u, el fonema /g/ se representa con la letra g. El fonema /x/ puede estar representado por la letra j ante a, o, u (Javier, jota, joder, jumento), por la letra g o j ante e, i, sin que haya regla fija (Genaro, girar, garaje, jirafa, gilipollas) y en unas pocas palabras el fonema /x/ se representa por la letra x, como México o Texas que no deben pronunciarse como /kx/ o /gs/. El fonema /k/ puede estar representado por la letra c ante a, o, u, en fin de sílaba y ante conosonante: carro, corcel, cubo, doctor, criba; por el dígrafo qu ante e, i: quemar, quimera; y en algunas casos de origen griego o alemán por la letra k: kilo, káiser, kiosco. El fonema /r/ (fuerte, vibrante múltiple) se usa con el dígrafo rr entre vocales y con solo la r en inicial de palabra y después de l, n, s: rana, rima, Enrique, alrededor, Israel. Y viceversa, las letras pueden representar varios fonemas, la letra i representa los fonemas /i/ y /y/, la letra i del diptongo ie, precedida de h tiene un sonido constonántico que representa al fonema linguopalatal fricativo /y/: hierro, hierba. La letra g representa el fonema /g/ ante a, o, u: gasto, gorro, gusto; y ante e, i, dicha letra representa el fonema linguovelar fricativo /x/: Genaro, jirafa. La letra r representa el fonema /r/ suave entre vocales: cara, aro, puro, y el fonema /r/ fuerte en inicial de palabra y después de n, l s, en que dicha letra tiene el sonido del fonema vibrante múltiple: rana, Enrique, alrededor, Israel. La letra y puede representar el fonema /i/ en final de palabra y en la conjunción copulativa “y” en que dicha letra es vocálica: rey, soy,y yo, y al fonema /y/ en inicial de sílaba en que la letra y es consonántica: yo, raya, yayos, yunque. La letra /x/ puede representar el fonema /s/ ante consonante: extremo, explicación, los fonemas /k/ + /s/ entre vocales: taxi, examen o /g/ + /s/ en pronunciación culta: extremo, explicación, sílex, xilófago. En el uso de las consonantes existe una serie de reglas sencillas y prácticas que pueden ayudar a escribir correctamente. Por ejemplo que antes de p y de b nunca se escribe n, sino m, algo que un servidor aprendió ya desde mis tiempos con una gran maestra de la Primaria de Toledo, Sagrario Ballesteros Peces. De todas las reglas, la más útil es sin duda que en las palabras el lexema permanece invariable, por ejemplo, se puede observar que se escriben con v porque poseen el lexema vid- o vis- (que significa ver) palabras como las siguientes: ver, revista, revisión, provisión, provisional, vidente, visionario, revisionista, divisar, avistar, etc. A veces el lexema puede presentar varias variaciones bien por razones fonéticas, por ejemplo, la g puede pasar a j ante a, o u: dirigir –> dirijo; la z se puede convertir en c ante e, i: lanzar –> lancé, lancero; la c puede convertirse en z ante a, o, u: cocer –> cuezo; o la c (fonema /k/ puede pasar a qu ante e, i: abarcar –> abarque; bien por razones etimológicas pues en un mismo lexema pueden aparecer p o b: cabeza, cabo, capital, capítulo; y en un mismo lexema puedean aparecer f o h: hijo, filial, hoja, folio, hierro, férreo, harina, farináceo.

Aunque lo mejor de todo para escribir bien es leer, leer, leer, leer, leer, leer y leer, se pueden dar algunas reglas, por ejemplo, en el uso de la b: se escriben con b todas las palabras que comiencen por las sílabas bu, bur y bus (buzo, burro, burlar, bursátil, busco, busto), las sílabas bra, bre, bri, bro, bru y bla, ble, bli, blo, blu (brazo, brete, brilla, brote, bruto, habla, hable, tablilla, bloquear, blusa), las palabras que comiencen por ab, abas, ob, obs y sub (absolver, abusar, abstemio, objeturar, obtuvo, obstruir, subsuelo), las palabras que comiencen por los prefijos bi-, bis, bis- (que sinigican “dos veces”) y que no hay que confundir con los prefijos vice-, vi-, que signifcan “en lugar de” (bípedo, bisiesto, bianual, bisabuelo, bizcocho, biznieto), el mofema gramatical -ba, -bas, -bamos, -bais, -ban del pretérito imperfecto o copretérito de indicativo de los verbos de la primera conjugación (jugaba, saltábamos, comenzabais, hablaban), los sufijos –bundo, -bunda, abilidad, -ibilidad… y “civilidad” y “movilidad” no las podemos considerar excepciones por cuanto la v pertenece a los lexemas civ- y mov- respectivamente (meditabundo, furibunda, amabilidad, visibilidad), los verbos terminados en –buir (atribuir, retribuir, distruibuir, contribuir), los terminados en –bir, excepto hervir, servir y vivir (escribir, suscribir, concebir, recibir) o los terminados en -aber excepto precaver (haber, saber, caber). En el uso de la v se puede estudiar que se escriben con v las palabras que comienzan con los prefijos vice-, viz-, vi- (“en lugar de”: vicecónsul, vizconde, virrey), las palabras que comienzan con el prefijo ad- (adviento, advertir, advocación, adversario), las terminaciones o sufijos –ava, -ave, -avo, -eva, -eve, -evo, -ivo, -iva de los adjetivos (doceava, suave, eslavo, nueva, leve, longevo, primitivo, esquiva… exceptuándose árabe), los morfemas verbales -uve, -uviera (no confundir con la forma verbal de haber “hubiera”), -uviese (no confundir con la forma verbal de haber “hubiese”), -uviere (no confundir con la forma verbal “hubiere”) como estuve, anduviera, contuviere, los verbos terminados en -servar (reservar, conservar, preservar) y las palabras terminadas en -viro, -ívoro, -ívora como triunviro, carnívoro y herbívora, y víbora no es excepción puesto que la b pertenece al lexema o raíz vib-. Respecto del uso de la g cabría decir que se escriben con dicha letra las terminaciones -ger, -gir de los verbos: coger, proteger, converger, regir, dirigir, rugir, exceptuando tejer, destejer y crujir; los sufijos -gésimo, -gesimal de los adjetivos ordinales: vigésimo, vigesimal, y las palabras que empiezan por geo-, gen-, gem- como geometría, geodesia, general o gemelos. Y para la j puede estudiarse que se escriben con dicha letra las palabras que terminan en -je como traje, garaje, -eje, viaje o fleje, exceptuando falange, faringe y laringe, los pretéritos de los verbos en que entren los sonidos je, ji, sin que en los infinitivos de dichos verbos haya ni g ni j: dije (decir), conduje (conducir), trajiste (traer), produjera (producir), y en los verbos terminados en -jear: canjear, callejear o lisonjear. En cuanto a la h podemos decir que se escriben con dicha letra las palabras que empiezan por hie-, hue- (hierba, hueso) y que la palabra hierba (vegetal) se puede escribir también con y, pero cuando se escribe con i no se puede prescindir de la h, como ocurría en un libro de lectura de clase de la infancia sobre el que haríamos un trabajo en tiempos de Sagrario Ballesteros Peces (El día que se cayó Brosca… Sí, aunque parezca mentira, aún recuerdo hablar de aquel error cuando lo vimos mientras leíamos un día en clase); también se escriben con h las palabras que empiezan por hum- (húmero, humano, húmedo, humo), las palabras que comienzan por hidro-, hidra- (hidrógeno, hidroavión, hidratar), las palabras que lleven los siguientes prefijos derivados del griego: hecto- (cien), hemi- (medio, homo- (mismo), hetero- (otro), hipo- (escasez, falta), hiper- (exceso): hectómetro, hectolitro, hemisferio, homólogo, homófono, heterogénero, heterosexual, hipotenso, hipertenso, hipertrofia, etc. Y también se escribe h en todas las formas de los verbos haber y hacer (ha, hay, hubo, había, hice, hiciera, etc.). Con respecto al uso de la ll, del dígrafo que representa a ese fonema palatal y lateral en que la lengua se ha de apoyar en la parte central del paladar dejando que el aire salga por los lados de la lengua, hay que tener en cuenta que en muchísimas zonas de España y América ha desaparecido, no existe ese fonema y menos en las urbes. Los hablantes los realizan como el fonema /y/, este fenómeno es el conocido como yeísmo. El yeísmo, hay que dejarlo claro, no es un modo alguno una incorrección, sino una modalidad de habla y además en clara expansión en todo el mundo de habla hispana o española. Ello da lugar lógicamente a muchas homofonías (cayado-callado, poyo-pollo), algunas dificultades ortográficas para las personas yeístas, muchísimas, entre ellas probablemente un servidor. Por ello se pueden dar pautas como que se escriben con ll las palabras terminadas en -illo, -illa (pillo, amarillo, pasillo, orillas, ardilla), los sustantivos terminados en -ullo (arrullo, capullo, orgullo; no serían excepciones palabras como cuyo, huyo, distribuyo, ya que estos no son sustantivos) y los verbos terminados en -illar, ullar, ullir (pillar, aullar, bullir), y se escriben con y los plurales de los sustantivos que en singular terminan en y (vocálica): rey –> reyes, ley –> leyes, carey –> careyes, ay –> ayes, e igualmente las palabras que tenían los prefijos ad-, dis-, sub- seguidos del fonema /y/: adyacente, coadyuvar, disyuntiva, subyugante. Para el uso de la m, la norma esencial es esa de que antes de b y de p siempre se escribe m y nunca n –que tanto repetiríamos con Sagrario-: campo, componer, tampoco, ambos, ambición, también, de ahí que, y perdóneseme la anécdota, no me gustase de crío cuando iba todos los veranos –o en otras fechas- con mi madre a Suances que poco antes de llegar a la villa marinera cántabra hubiera un edificio de piensos llamado “Canpisa” que contravenía esa norma, algo irrelevante al tratarse de una marca comercial, pero aun así 😛

Sobre la r conviene reiterar que detrás de l, n o s se pone una sola r y no dos, no el dígrafo rr a pesar de su sonido fuerte: alrededor, sonreír, sonrojar, Conrado, honrado, israelita, etc. Para el uso de las letras c, s y z habría que tener en cuenta otro fenómeno, el seseo, admitido, no así el ceceo, muy vulgar. El fonema /θ/ es fricativo interdental: el aire pasa rozando entre la lengua y los dientes. En algunas zonas (parte de Andalucía, Canarias y toda América), este fonema se ha perdido. En su lugar, los hablantes realizan el fonema /s/ que es también fricativo, pero alveolar, o siguiendo el cuadro de Alarcos, palatal frente al anterior que sería dental (en concreto interdental). Este fenómeno es el seseo, una modalidad de habla, pero no una incorrección (a diferencia del ceceo, muy vulgar, como ya he dicho). El seseo, como es de prever, da lugar a infinidad de homofonías (casa-casa; risa-riza; losa-loza). Para la escritura supone una dificultad, ya que, como en esos lugares los hablantes articulan solo el donido [s], y no el sonido [θ], resulta que a un sonido [s] pueden corresponder las letras s, c, z. Dicho esto, pueden darse pautas como que se escriben con c las palabras terminadas en –cer exceptuándose ser y coser (cocer, hacer, pacer), los sufijos diminutivos -cito, -cico, -cillo, -cecito, -cecillo (pocito, pocico, avecilla, piececito, pececillo), los sufijos -acia, -icio, -icia, -ecer, -ancia, -encia (audacia, indicio, malicia, anochecer, redundancia, vigencia; las palabras idiosincrasia, antonomasia y paranomasia no son excepciones ya que no llevan el sufijo -acia), los sustantivos que llevan los sufijos -ación, -ción, derivados de verbos de la segunda y tercera conjugación (rendición, partición, definición, atribución, conducción, obtención, contención). Del mismo modo se divr que se escribrn con s las palabras que llevaban el fonema /s/ antes de p y de t (raspa, Caspe, aspa, asta, casta, costumbre; con la curiosas excepciones de azteca y pizpireta), los sufijos -es/-esa (gentilicio) -ense (gentilicio), -isa (de profesión), -ista (de profesión) –esa (de profesión), -oso/-osa (adjetivo), -esco/-esca (adjetivo), -uso/-usa (adjetivo), -ésimo/-ésima (superlativo, partitivo), -asco/-asca (sustantivo), -astro (despectivo), -ismo (sustantivo), -ista (adjetivo): alavés, viguesa, gerundense, matritense, poetisa, pitonisa, painista, artista, condesa, baronesa, miedoso, hermosa, simiesco, grotesca, iluso, difusa, pésimo, centésima, peñasco, hojarasca, politicastro, socialismo, optimismo, socialista, progresista; y se escriben también con s las palabras terminadas en -sivo (el sufijo es -ivo), -sis, -ismo, -ista (alusivo, corrosivo, tesis, eletrólisis, abismo, seísmo, vista, pista, amatista). Respecto al uso de la x podemos decir que se escriben con dicha letra las palabras en las que el conjunto de sonidos [es] o [egs] preceden a vocal o a h: examen, exento, exhalar, exhibir; las palabras en las que el conjunto de sonidos [es] o [eks] preceda a ce, ci: excepción, excitar, excipiente, excelso; muchas otras palabras que proceden de palabras latinas con prefijo ex: exterior, expiar, excomulgar, extenuar, extracto, excavar, experto, explosión, etc. Y se escribe también “x” únicamente en cuatro grupos de palabras terminas en -xión: 1) flexión y sus derivados (inflexión, reflexión), 2) anexión, conexión, 3) complexión y 4) crucifixión; todas las demás palabras que terminan en los sonidos [csión] (en las zonas de seseo) se escriben con dos ces: cción. Y, por último, el uso de la z que, como norma general, se pone ante a, o, u y en fin de sílaba: zancos, zorro, zueco, paz, bizcocho. Pero puede ponerse z ante e, i, en algunas palabras de origen extranjero como y también en palabras onomatopéyicas, etc.: zéjel, zepelín, neozelandés, Zeuz, Ezequiel, zendo, zinc, ziszás, zipizape, zigzag, zigzaguear, Zebedeo, Zenaida, nazi, Alzhéimer, paparazi, zelote, zeugma, zigurat, zelote, enzima (sustantivo), zen, zendal, etc. Se dice asimismo que se escriben con z los sufijos nominales -anza, -azgo, -azo, -azón, -ez, -eza, -iz; los sufijos de adjetivo -az, -izo/-iza y el sufijo verbal -izar (crianza, cobranza, liderazgo, mayorazgo, balazo, codazo, perrazo, corazón, quemazón, niñez, vejez, belleza, aspereza, actriz, institutriz, audaz, petinaz, plomizo, rolliza, aterrizar, alunizar, generalizar). También se escriben con z los verbos irregulares que intercalan una z en el lexema de los tiempos presentes: nazco, produzco, luzcan. La z se convierte en c ante, e, i: aterrice.

USO DE LAS MAYÚSCULAS

Aunque esto últimamente ha cambiado un poco, y hay cierta laxitud en su empleo, podemos decir que, por ejemplo, se escribe con letra inicial mayúscula la primera palabra de un escrito y la que sigue a punto (Ya han llegado las golondrinas. Ya es primavera); los nombres propios (George Harrison, Juan Ramón Jiménez, África, Miño, Jerez, Mediterráneo, Rioja, el ratón Mickey); el artículo de algunos nombres propios cuando formaba parte del nombre (La Habana, El Cairo, La Haya, El Ferrol, Los Ángeles); los apodos y sobrenombres que acompañaban o sustituyen al nombre de una persona (Alfonso X el Sabio, el Rey Poeta, el Rey Sol, el Gran Capitán, The Beatles); los nombres de cargos y tratamientos de las personas cuando nombran a una persona determinada (Su Majestad. El Papa. El Presidente. El Redentor. El Príncipe), títulos que se escriben con minúscula cuando se usan genéricamente (El papa es la máxima autoridad de la Iglesia. El rey encarna la nación. Vive como un príncipe); los nombres propios de instituciones, establecimientos o acontecimientos únicos (Museo Naval, Dirección General de Bellas Artes, Segunda Guerra Mundial); los títulos de libros, periódicos, revistas, esculturas, pinturas, etc. (Platero y yo, Diccionario de la Real Academia Española, El Mundo, Gaceta Ilustrada, El jardín de las delicias), después de los dos puntos que se ponen en el encabezamiento de las cartas y de los que anunciaban palabras textuales (Querido amigo: He recibido… Respondió: “No lo sé”); la palabra Estado cuando se refiere al aparato político-jurídico de una nación y entonces también la palabra Iglesia cuando se refiere a la institución católica (El Estado soy yo. Jesús instituyó la Iglesia -o eso dicen-), pero dichas palabras se escriben con minúscula cuando se usan en cualesquiera de los otros sentidos que tienen (El estado gaseoso. El estado de excepción. Es una iglesia gótica). Los nombres de los meses deben ir siempre con minúscula, salvo que formen parte de un nombre propio (mayo, enero, pero “La revolución de Octubre”) y en las palabras unidas por un guion, la letra inicial de la segunda se escribe siempre con minúscula (Ciudad-estado. Contencioso-administrativo).

EL ACENTO

Todas las palabras, consideradas aisladamente poseen acento prosódico de intensidad. En algunos casos, este acento se representa en la escritura por medio de un signo (´) llamado tilde o acento gráfico. Este signo ayuda a a reconocer y leer adecuadamente todas las palabras. La tilde siempre se pone sobre la vocal, núcleo de la sílaba. Si hay diptongo o triptongo se pone sobre la vocal abierta o semiabierta (a, e, o); si hay hiato, se pone sobre la vocal cerrada (i, u). A veces, la tilde sirve para diferenciar dos palabras iguales, pero que tienen distinta categoría gramatical o realizan distintas funciones sintácticas, es la tilde diacrítica, por ejemplo: (pronombre personal tónico de sujeto) y tu (forma apocopada de adjetivo posesivo) o qué (determinante o pronombre interrogativo o exclamativo) y que (pronombre relativo, conjunción completiva, también enfático o expletivo, etc.).

Normas generales de acentuación: Las palabras agudas llevan tilde si terminan en vocal, en n o en s (sofá, dibujé, alhelí, salté, copió, ñandú, avión, compás, Martín…) y no llevan tilde si terminan en consonante distinta de N o S, es decir, si no terminan ni en vocal ni en n ni en s (cantar, pintar, caridad, alud, audaz, reloj, baobab, calor…). Se puede apuntar que las palabras monosilábicas son agudas, pero nunca llevan tilde salvo en casos excepcionales, los de la famosa tilde diacrítica. La regla de acentuación de las palabras llanas o graves es, obviamente, la opuesta a la de las agudas, llevan tilde si terminan en consonante distinta de n o s (árbol, difícil, útil, césped, carácter, Fernández, huésped, nácar…) y no llevan tilde si terminan en vocal, en n o en s (carretera, casa, puntura, deporte, casi, armario, examen, vinieron, lunes, caracteres…). Las palabras llanas terminadas en vocal, en n o en s son las más frecuentes en nuestra lengua, por eso es normal –y muy práctico- que no lleven tilde. Las palabras esdrújulas, cuya sílaba tónica está en la antepenúltima sílaba –frente a la penúltima de las llanas y última de las agudas- y son poco frecuentes en nuestra lengua. Estas, las esdrujulas, se acentúan gráficamente siempre (sólido, exámenes, Artimética, Gramática, Lingüística, Lógica, Música, Álvaro, ímpetu, esdrújula, Paleolítico, dímelo, pregúntale, dibújala, línea, área, óseo, foráneo, héroe…). Y las palabras sobreesdrújulas, con la sílaba tónica en la sílaba anterior a la antepenúltima, son muy escasas y también se acentúan siempre (dígamelo, pregúntaselo, dibújamelos, como se ve… resultado de adosar pronombres enclíticos al verbo).

Normas especiales de acentuación:  las palabras que terminan en consonante seguida de n o s se acentúan al revés de lo que indicaría la regla general, es decir, sin son agudas no llevan tilde: Casals, Mayans, Talarn, y si son llanas o graves sí llevan tilde: bíceps, tríceps, fórceps. En cuanto a la acentuación de los diptongos e hiatos, recuérdese sobre los diptongos formados por vocal abierta (a, e, o) y vocal cerrada (i, u): Si el acento de intensidad recae sobre el diptongo la tilde se pone sobre la vocal abierta, tanto si está en primer lugar como si está en segundo quedando claro que la tilde se pone, si corresponde, según las normas generales de acentuación, así, palabras agudas con tilde por terminar en vocal, n o s: copió, agravié, licuó, cantáis, parabién; y sin tilde por terminar en consonante distinta de n o s: casual, secuaz, ujier, monorriel; palabras llanas con tilde por terminar en consonante distinta de n o s: huésped, acuátil; y sin tilde por terminar en vocal, n o s: biombo, bienes, defienden, dueño, sueña, causa; y palabras esdrújulas con tilde porque las esdrújulas simpre han de llevarla: viático, cuádruple, duérmete, ciéngaga, piélago, miriápodo, náufrafo. Cuando los diptongos /ai/, /ei/, /oi/ están al final de palabra se escriben así: ay, ey, oy, y no llevan tilde aunque sean tónicos. Ejemplos: guirigay, convoy, virrey, carey, Alcoy porque esa y aunque forme diptongo se considera consonántica a efectos de acentuación gráfica. Luego tenemos los diptongos formados por dos vocales cerradas. Cuando los diptongos formados por dos vocales cerradas son tónicos llevan la tilde en la segunda vocal e igualmente siguen la regla general de acentuacón, así, están las palabras agudas que llevan tilde por terminar en vocal, n o s: huí*, huís*, disminuí, benjuí. Tiempo después las dos primeras podrían no acentuarse al considerarlas la RAE monosílabos; y no llevan tilde por terminar en conosonante distinta de n o s: construir, destruir, imbuir, contruid; las palabras llanas que no llevan tilde por terminar en vocal: viudo, cuida, ruido, ruina, casuita, lingüista, fortuito, juicio, fluido, jesuita; y las palabras esdrújulas que siempre llevan tilde: lingüística, casuística. En el grupo /ui/ es frecuente que se produzca hiato en la pronunciación. Sin embargo, este hiato no se marca en la escritura poniendo acento. Por eso se escriben sin tilde los participios de los verbos acabado en –uir (construido, destruido, etc.), que normalmente llevarían tilde en la i si el hiato se marcara gráficamente, como se hace en los demás casos. Luego estarían los hiatos. Si dos vocales contiguas se pronuncian en sílabas distintas, se dice que hay hiato. Algunos de los hiatos se señalan gráficamente por medio de la tilde. En estos casos, la tilde no solo indica la intensidad, sino que también marca la frontera silábica para evitar confusiones. Así es posible distinguir entre palabras como hacia y hacía, vario y varío o actué y actúe viéndose claramente que cuando la tilde recae sobre la vocal cerrada el posible primigenio diptongo se rompe pasando a ser hiato. El hiato que se produce en los grupos de vocal cerrada más vocal abierta se indica con una tilde en la vocal cerrada (i, u), tanto si está en primer lugar como si está en el segundo. Este hiato que se produce entre una vocal cerrada y una abierta se marca siempre, aunque al hacerlo se contravengan las reglas generales. Así, palabras agudas siguiendo las reglas generales como ahí, país, leí, mohín, y contraviniendo las reglas generales como caí, laúd, baúl, maíz. Igualmente palabras llanas siguiendo las reglas generales como Díaz, Díez o flúor y contraviniendo las reglas generales como tía, poesía, dúo, púa, oído, búho, reía, reían, poderío, actúa, acentúe, bahía, desvaríen, bohío, donde la tilde marca claramente la ruptura del diptongo e indicando el hiato. Y las palabras esdrújulas como leíamos, queríamos, período, vehículo, miríada. Hay palabras que la RAE acepta como correctas, tanto en diptongo como en hiato y se pueden escribir y pronunciar de las dos formas: período y periodo, cardíaco y cardiaco o elegíaco y elegiaco. Igual que puede pasar con otros términos sin diptongo ni hiato que admiten distinta acentuación tanto prosódica como gráfica, por ejemplo, omóplato y omoplato. Luego, evidentemente, habrían de mencionarse los triptongos. Los triptongos tónicos llevan la tilde en la vocal abierta, que es la que va en medio: averiguáis, averigüéis, renunciáis. Si la /i/ del triptongo va al final de palabra se escribe con y. En este caso no se pone tilde en el triptongo que sigue siendo triptongo, pero la y es consonante a efectos de acentuación: Paraguay, Uruguay. Habría que hablar de los verbos con pronombre enclítico para decir que antaño conservaban la tilde si la llevaban su forma simple, a pesar de que ello contraviniera las normas generales de acentuación, es por ello por lo que en nuevas ediciones de su Gramática la RAE cambiaría este posicionamiento y expresiones como déme, perdióla, llevóse, que antiguamente portaban tilde dejaran de llevarla: deme, perdiola, llevose. Sin embargo, la tilde sí que habría que seguir añadiéndosela cuando al agregarle al verbo el pronombres o pronombres la palabra se convierte en esdrújula: dígamelo, sálgase, explicándomelo, cállate, etc. No podemos olvidarnos de las palabras compuestas y su acentuación. El acento prosódico de las palabras compuestas (excepto en las que se escriban con guion) está en el último de sus componentes (aunque los adverbios acabado en -mente tienen acento en el adjetivo y en el sufijo -mente). Por eso, cuando hay que poner tilde en una palabra compuesta, se pone en el último elemento. Las palabras compuestas –agudas, graves y esdrújulas- llevan las tilde siguiento las normas generales de acentuación. Palabras agudas con tilde por terminar en vocal, n o s: ganapán, balompié, también, entredós, sinfín, confín, y sin tilde por terminar en otra consonante: altavoz, bajamar, aguamanil, coliflor, blanquiazul; palabras graves con tilde por terminar en consonante distinta de n o s: cortacésped, y sin tilde por terminar en vozal, n o s: abrelatas, bocacalle, salvavidas, nomeolvides; y palabras esdrújulas con tilde porque todas la llevaban: decimoséptimo, protohistórico. Obsérvese que el segundo elemento del compuesto lleva muchas veces una tilde que no llevaba en su forma simple: balompié (pie), ganapán (pan), sinfín (fin), entredós (dos), y también que el primer elemento pierde muchas veces una tilde que lleva en su forma simple: asimismo (así), rioplatense (río), tiovivo (tío), decimocuarto (décimo), piamadre (pía). En los compuestos de dos o más adjetivos separados por guion, cada elemento lleva tilde si la lleva en su forma simple: trágico-lírico, teórico-práctico, vasco-francés, cántabro-astur. Los adverbios terminados en -mente, como he dicho, en el habla llevan un acento principal en la forma adjetiva y otro secundario en el morfema derivativo -mente; y a efectos ortográficos llevan siempre tilde si la lleva también el adjetivo del que se derivan en su forma simple: ágilmente, fácilmente, líricamente, rápidamente, estrambóticamente, útilmente, históricamente; y no llevan tilde si no la lleva el adjetivo a partir del cual se forman: sabiamente, torpemente, vanamente, dificultosamente, inteligentemente, osadamente, estupendamente, etc.

Tilde diacrítica: Se usa para diferenciar parejas de palabras de igual grafía pero que tienen diferente categoría gramatical o desempeñan distinta función sintáctica, se usa especialmente en los monosílabos, pero también llevan tilde diacrítica otro tipo de palabras.

Ejemplos de tilde diacrítica. Por ejemplo: él, pronombre personal tónico (él canta, jugó con él) y el artículo (el libro de lengua); , pronombre personal tónico de sujeto (tú cantas) y tu, adjetivo posesivo, forma apocopada (tu casa); , pronombre personal tónico de complemento con preposición (es para mí) y mi, adjetivo posesivo, forma apocopada (mi casa, y la nota musical: mi); , pronombre personal tónico de complemento con preposición (volvió en sí), si, sustantivo (es un si bemol), , adverbio de afirmación (dijo que sí, también podría funcionar como sustantivo: dijo unos síes con poco convencimiento), si, conjunción condicional o completiva (ven si quieres, le preguntó si era feliz); más, adverbio de cantidad (trabajaré más, también adjetivo o pronombre indefinido: ¿quieres más plátanos? Sí, dame más), mas, conjunción adversativa (quiero, mas no puedo); , forma del verbo ser o del verbo saber (sé bueno, yo sé muchas cosas que te sorprenderían), se, pronombre (se olvidó, se marchó, se arrepintió, se lo dijo ayer, también marca de pasiva o impersonal refleja: se venden pisos, se auxilió a los inmigrantes); , forma del verbo dar (no se lo dé) y de, preposición (casa de madera); , sustantivo (no me gusta el té como a los británicos) y te, pronombre personal átono (te quiero y te la meto); aún, adverbio e tiempo (= todavía, bisílaba: Aún no ha llegado) y aun adverbio conjuntivo concesivo (= incluso, hasta, monosílaba: Aun estando enfermo, fue a clase); solo, adjetivo (= sin compañía: él vive solo) y sólo*, adverbio (= solamente: Solo sabe sumar, en nuevas ediciones de la Gramática, la RAE suprimiría esta tilde diacrítica de solo y a lo sumo la permitiría en casos de manifiesta ambigüedad: ¿Juan estará solo/sólo dos semanas? Para distinguir si quiere decir que estará sin compañía dos semanas o si lo que quiere decir es que estará únicamente dos semanas. Acabó desterrando la RAE dicha tilde, lo que supuso fuertes reacciones por parte de algunos, pero magníficamente refutadas por Salvador Gutiérrez Ordóñez); este, ese, aquel, etc., como adjetivos y como pronombres, algo que también la RAE acabaría eliminando dejando únicamente durante un tiempo que pudieran acentuarse en casos de ambigüedad, algo bastante raro o infrecuente y luego proscribiéndolos por completo; qué, quién, cuál, cuánto, como pronombres (y en algunos casos adjetivos) interrogativos o exclamativos (¿Qué [regalo] quieres?, No sé qué pensar, ¡Qué alegría!, ¿Quién llama?, Dime quién llamó, ¡Quién pudiera ir!, ¿Cuál prefieres?, No sé cuál elegir, ¿Cuánto [dinero] piden?, Dime cuánto es) y que, quien, cual, cuanto como pronombres relativos y el primero también como conjunción completiva o como enfático expletivo (Este es el libro que compré, Quiero que te vayas, Que te vaya bien, Quien mal anda, mal acaba, Este es el camino por el cual fuimos, Te dije cuanto sé, etc.); dónde, cuándo, cómo como adverbios interrogativos o exclamativos (¿Dónde estás? Dime dónde estás, ¿Cuándo llegara? Preguntó cuando era el concierto, ¿Cómo no se atreve? Explícame cómo lo has hecho?) y donde, cuando y como en calidad de adverbios relativos (Fuimos a la cafetería donde estuvimos ayer, Iremos donde te dije, Aquel año, cuando estuvimos en Santander, hizo mucho frío, Cuando me digas te voy a ver, La forma como lo haces me encanta, Lo hizo como le habían enseñado), también va como sin tilde cuando tiene valor conjuntivo, ya causal, ya condicional (Como no lo hizo le regañé, Como vengas tarde me enfadaré, etc.).

Y finalmente, porqué, sustantivo (Siempre le ha interesado el porqué de las cosas), por qué, preposición + pronombre interrogativo (¿Por qué los has hecho? No se por qué lo has hecho), porque, conjunción causal (Me fui porque me aburría) y por que, preposición + pronombre relativo (No puedo entender la razón por que te llamó, aunque en estes casos suela intercalarse el artículo: No puedo entender la razón por la que te llamó), también se escribe por que cuando que introduce una (generalmente llamada) proposición subordinada sustantiva, o sea, cuando hace de transpositor de una oración y la preposición por viene regida por el verbo (o sustantivo o adjetivo) conformando enlace más termino un sintagma o construcción preposicional con función de complemento de régimen, preposicional o suplemento (Apostaron por que vendrías a la fiesta. Los sindicatos abogaron por que se respetasen los convenios colectivos).

Los signos de puntuación: Una correcta puntuación es esencial a la hora de escribir un texto, facilita su lectura, lo hace comprensible e incluso evita confusiones, no es lo mismo “Cómprame tabaco rubio” que “Cómprame tabaco, rubio”, en el segundo caso “rubio” es un vocativo. Los signos de puntuación tienen la función de señalar la estructura de las oraciones que forman una composición escrita. En el lenguaje hablado, las pausas y la entonación son recursos del hablante que a menudo tienen correspondencia con los signos de puntuación, pero no siempre. Ni mucho menos. Algunas veces sí: Así, un fonema final descendente seguido de pausa equivale a un punto, puesto que ambos signos –el sonoro y el gráfico- indican fin de oración. En la escritura, los signos de puntuación proporcionan claridad, delimitan las ideas y marcan la estructura y actitud del hablante. Podemos desgranar la representación gráfica de los signos de puntuación del español: Punto (.), dos puntos (:), puntos suspensivos (…), coma (,), punto y coma (;), principios de interrogación (¿), final de interrogación (¿), principios de admiración (¡), final de admiración (¡), paréntesis (()), diéresis (¨), guion (-), comillas (“”) y raya (–). A continuación detallaré la función de los signos de puntuación, que son básicamente de cuatro tipos: la función terminativa que señala el fin de una oración (punto, signos finales de interrogación y de exclamación, punto y coma y dos puntos); la función aislante que aisla de los elementos esenciales de la oración los elementos no esenciales intercalados o “descolocados”. De este modo permiten seguir, sin trabas, el hilo del pensamiento, y por no ensenciales nos referimos a las proposiciones subordinadas, los sintagma explicativos y los circunstanciales (coma [asilante], par de comas, par de guiones, paréntesis, corchetes y dos puntos [si estaban dentro de la oración]); la función coordinante que indica que varios sintagmas están coordinados, es decir, unidos en condición de igualdad (coma [coordinante] y punto y coma); y las llamadas funciones menores que desempeñan una serie de funciones menores, ya poco relacionadas con la sintaxis y más con la intención del escritor/hablante (puntos suspensivos, comillas, guion y raya). Una vez vistas las funciones, es oportuno proceder a explicar el uso de los signos de puntuación. El punto es el signo de mayor importancia estructural: separa oraciones, y puede usarse estilísticamente entre elementos que no parecen oraciones, pero que en realidad lo son (El verano ha acabado. Llega la estación melancólica del otoño. // Por un lado fue asomando un rancho. La cerca de un corral.). Los signos de interrogación componen un signo par, se abre y se cierra e indica que la oración contenida entre el signo inicial y el final es interrogativa directa (¿Cuándo llegaste? ¿Quién vino? ¿Qué hora es?), el signo final señalaba el fin de la oración interrogativa directa (las interrogativas indirectas se escriben sin el signo de interrogación, pero el pronombre o el adverbio interrogativo tiene que llevar la tilde: Dime cuándo llegaste. No sé qué hora es. Pregúntale qué hora es), a veces, la pregunta afecta solo a una parte de la oración (Si tú ya lo sabes, ¿para qué te lo cuento?), también puede usarse entre paréntesis para indicar que un lugar o una fecha no es segura (Tancredo de Lecce (¿-Palermo, 1914)) y si hay una serie de preguntas, lo normal es que, como son oraciones, cada una lleve sus signos y empiece con mayúsculas (¿Quién mandara en el mundo? ¿Qué pueblo imperará? ¿Qué ideologías prevalecerán?), si las preguntas son muy breves pueden escribirse como acabo de comentar o bien separándolas por comas y entonces sin mayúscula inicial (¿Cuándo? ¿Dónde? ¿A qué hora? ¿Cuándo?, ¿dónde?, ¿a qué hora?). En cuanto al signo de interrogación, al igual que el de interrogación, es un signo par, señala el principio y el final de la exclamación (¡Cuánto me alegro de verte!), la exclamación puede afectar solo a una parte de la oración (Acudimos a prestar socorro, pero, ¡ay!, era demasiado tarde. Accedieron -¡al fin!- a liberar a los presos); si varias exclamaciones van en serie, lo normal es que se sientan como oraciones y que, por lo tanto, cada una lleve sus signos y vaya con mayúscula inicial (¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Ladrones), pero si las exclamaciones son muy breves pueden, en ocasiones, sentirse como un todo, como una serie de proposiciones que forman una oración y entonces se separan por comas y no se usa la mayúscula inicial excepto en la primera (¡Cuánto engaño!, ¡qué perfidia!, ¡qué descaro!). Los dos puntos son una llamada de atención, anuncian una proposición que es el desarrollo o resumen de la primera (Mozart murió acosado por la necesidad a los 35 años: así recompensa la sociedad a los genios), anuncian una enumeración, si esta es aposición de un término ya citado (como “estas”, “las siguientes”, “cuatro clases”, etc.: Los seres vivos se clasifican en estos dos grandes grupos: vegetales y animales), si la enumeración no es aposición a una palabra antedicha no se ponen dos puntos (Los seres vivos se clasifican en vegetales y animales); anuncian una cita textual (Sócrates dijo: “Conónocete a ti mismo”. Dice el refranero: “A quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga”.); anuncian el texto de una carta (Queridos amigos:…). El punto y coma se define como un signo terminativo y coordinante que se usa para atenuar el punto y para reforzar la coma (Estaba enfermo; por eso no fui. Deja la bota, Isidoro; te puede hacer mal), como punto atenuado se usa entre dos proposiciones muy ligadas por el sentido o por la construcción (En mi pueblo no se da demasiada importancia a las cosas, y si uno se va, ya volverá; y si se enferma, ya sanará; y si no sana, que se muera), como coma reforzada se usa para separar los términos de una enumeración que contenga comas y a pesar de lo que cree mucha gente antes de la y que encabece el último elemento de una enumeración se puede poner perfectamente coma o punto y coma: Esta semana he leído tres libros: “La colmena”, de Cela; “Zalacaín, el aventurero”, de Pío Baroja; y “Platero y yo”, de Juan Ramón Jiménez. La coma coordinante tiene función coordinativa cuando une sintagmas con la misma función, por ejemplo, una serie de sujetos, una serie verbos, una serie de proposiciones. Entre el penúltimo y el último sintagma puede aparecer una coma o algún enlace coordinante (y, o, no, pero, sino, así que, etc.): Hombres, mujeres y niños trabajaban en el campo. Su actitud fue valerosa, decidida, resulta. Acude, corre, vuela. Ladra, pero no muerde. Hay tiburones, así que no le bañes. Cuando los enlaces coordinantes se repiten, lo normal es que se no se pongan comas entre los términos de la enumeración, pero pueden ponerse para recalcar la expresión: No habla ni sonríe ni mira –> No habla, ni sonríe, ni mira. La coma aislante separa la (mal)llamada subordinada adverbial de la proposición principal; no es obligado poner esta coma, pero suele ponerse sobre todo si primero va la subordinada topicalizándola de alguna manera (Si no tiene prisa, acompáñeme), esta coma es obligada, evidentemente, cuando hay riesgo de ambigüedad, es decir, de que no se interprete bien lo que se dice: Cuando llegó, Juan dormía –> Cuando llegó Juan, dormía. Esta coma también es la encargada de aislar los sintagmas explicativos que pueden ser circunstanciales, proposiciones de relativo, gerundio o participio: A los largo de la historia, las lenguas dominantes han ido eliminando a las regionales. Los defensores de la manada son los mandriles viejos, que tienen largos colmillos. Creyendo que era tarde, los amigos se despidieron. Atermorizados por los tiros, los elefantes huyeron. Es también la coma que aísla los vocativos e interjecciones adjuntos a una oración, es decir, que están en la oración, pero no son ningún elemento de la misma (no obstante, muchas veces las llamadas proposiciones subordinadas tampoco son complementos circunstanciales, sino elementos más periféricos, los llamados elementos extraoracionales o componentes supraoracionales): Señora, firme aquí. ¿Cómo te va, Pedro? ¡Ah!, me olvidaba. Esta coma también aísla las frases conjuntivas, es decir, algunos marcadores textuales o conectores que no son sino parte de los procedimientos de cohesión léxica y gramatical, tales como a saber, sin duda, sin embargo, por consiguiente, en efecto, por el contrario, en general, por ejemplo (Estuve enfermo. Sin embargo, pude hacer el trabajo). En las oraciones de predicado no verbal indica que se sobreentiende el verbo: En casa del herrero, cuchillo de palo. El Vostok, a la Luna. El lunes, examen. El par de comas actúa como un paréntesis muy leve que sirve para aislar una expresión que va en el medio de una oración y se usa en los mismos casos que la coma aislante. Aísla las subordinadas “adverbiales” intercaladas: Anoche, cuando dormía, soñé… Pregúntale, si quieres, la hora de llegada. El par de comas aísla los sintagmas explicativos intercalados: Las lenguas dominantes, a lo largo de la historia, han ido eliminando a las regionales. Los mandriles viejos, que tienen largos colmillos, son los defensores de la mana. Los amigos, creyendo que era tarde, se fueron. El par de comas también aísla los vocativos e interjecciones intercalados (Ya sabe usted, señora, que tiene que firmar aquí. Acudieron en su auxilio, pero, ¡ay!, era tarde. Por favor, camarero, sírvame) y las anteriormente llamadas frases conjuntivas (No quiero, desde luego, que te preocupes. Creo, sin embargo, que está equivocado. Fue a tu casa, no obstante, se marchó pronto). El guion –palabra que antaño se acentuaba siempre- separa los elementos de las palabras compuestas que no hayan llegado a fundirse (hispano-francés, Ciudad-Estado, socio-económico), separa las palabras a fin de línea, dicha separación debe hacerse entre sílaba y sílaba. Si la palabra comienza por un prefijo puede hacerse la separación al final de este o bien por sílabas (des-asamp [con prefijo], de-samparo [por sílabas]); el guion separa asimismo dos fechas que indiquen el principio y el fin de un período (La Segunda Guerra Mundial, 1939-1945) y en Lingüística se usa para representar los monemas: La palabra niños consta de un lexema niñ-, un morfema -o-, que indica masculino, y un morfema -s, indicador de plural. La raya tiene doble longitud que el guion y es la que en los diálogos encabeza lo que dice cada personaje: –¿Qué tal el viaje? –Magnífico. El par de guiones aíslan las aclaraciones del narrador de las palabras que dicen los personajes y, por ende, tienen la misma longitud que la raya: -Mamá –decía el niño-, quiero comer. Si estas aclaraciones están al final, puede omitirse el segundo guion: -Mamá, quiero comer –decía el niño- –> -Mamá, quiero comer –decía el niño. También aíslan las aclaraciones o comentarios intercalados en una oración: Hicieron varios proyectos –presas, carreteras y túneles- cuyo coste es de 50 millones de pesetas. Tenía miedo –no sé por qué-, pero seguí adelante. Los paréntesis aíslan los datos intercalados, por ejemplo, las fechas: Amadeo Mozart (1756-1791) fue a los seis años un excelente pianista y violinista. Durante el reinado de Alfonso X (1252-1284) las letras experimentaron un gran impulso. La destrucción de Pompeya (79 d.C.) fue ocasionada por la erupción del Vesubio. Los paréntesis también se encargan de aislar las aclaraciones, traducciones o confirmaciones: El dios de la venganza tribal (ojo por ojo, diente por diente) se convirtió en el dios del amor. $ 300 (trescientos dólares). Las OMS (Organización Mundial de la Salud). La OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte). Las comillas encierran palabras textuales: Decía Machado: “Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. “Una de las dos Españas –decía Machado- ha de helarte el corazón”. “Una de las dos Españas ha de helarte el corazón” –decía Machado. También sirven para destacar los nombres de esculturas, cuadros, libros, revistas, etc.: “La Piedad”, de Miguel Ángel. “El Guernica”, de Picasso. “Revista de Occidente”. Asimismo realzan las palabras usadas en sentido figurado o irónico y a veces las palabras extranjeras y los neologismos: Cada barrio debe tener su “pulmón”, su pequeño “espacio verde”. Una reunión de “genios”. Está agostado: tiene “surmenage”. A la niñez y la adolescencia, sigue la “adultez”. Para estos casos, cuando se escribe en ordenador, se suele recurrir a la cursiva prescindiendo entonces de las comillas. Finalmente quedan los puntos suspensivos, que indican que una oración queda cortada y, por tanto, el sentido suspenso: A palabras necias… Mi trabajo… toquemos otro tema. Asimismo indican que una oración queda detenida por un momento, con el fin de sorprender al final: Se oyeron unos ruidos misteriosos. Armándose de valor, cogió el fusil, abrió la puerta y se encontró… con un ratón. Y cuando se copia un texto, los puntos suspensivos entre corchetes y paréntesis indican que se hab omitido un fragmento. (Al suprimir parte de un texto, obviamente, lo conservado debe tener sentido): Dice Guillermo Díaz Plaja: “Nuestra inapetencia lectora […] es patética”. El texto completo decía: “Nuestra inapetencia lectora –por más que las estadísticas traigan algunas mejoras de consolación- es patética”.

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Dudas frecuentes del español, las dudas de carácter ortográfico y las dudas de carácter gramatical. 😉

Dentro de las dudas de carácter ortográfico se habla de la distinta grafía de las palabras homófonas, palabras que tienen igual sonido y distinto significado, en castellano existen multitud de ejemplos, y entre los que podemos detallar un listado con algunas de ellas, por ejemplo, con b/v: baca (del automóvil) y vaca (animal); bacilo (bacteria) y vacilo (del verbo vacilar); tubo (envase cilíndrico) y tuvo (del verbo tener); rebelar (insubordinarse) y revelar (descubrir, manifestar); hierba (vegetal) y hierva (del verbo hervir); grabar (labrar, esculpir) y gravar (imponer una carga); combino (del verbo combinar) y convino (del verbo convenir); bienes (posesiones, riqueza) y vienes (del verbo venir); cabo (cuerda, porción de tierra que se adentra en el mar, grado militar) y cavo (del verbo cavar); bello (hermoso) y vello (pelillo); botar (saltar) y votar (emitir voto); baya (fruto) y vaya (del verbo ir); basto (ordinario) y vasto (extenso, amplio); basar (fundamentar) y vasar (anaquel). Lo mismo con la hache: ora (del verbo orar) y hora (porción de tiempo); ola (movimiento del agua del mar) y hola (saludo); onda (ondulación) y honda (profunda, y utensilio para tirar piedras); echo (del verbo echar) y hecho (del verbo hacer); azar (casualidad) y azahar (flor); abría (del verbo abrir) y habría (del verbo haber); asta (cuero, mástil) y hasta (preposición); ojear (mirar, echar un vistazo) y hojear (pasar las hojas); uso (del verbo usar) y huso (utensilio para hilar, también con hache en husos horarios); desecho (desperdicio, del verbo desechar) y deshecho (del verbo deshacer). Igualmente con g/j: gira (viaje por diferente lugares) y jira (comida campestre); ingerir (tomar alimento) e injerir (incluir una cosa en otra, injertar); Geta (pueblo tracio) y jeta (cara, rostro). Y otro tanto con s/x: esotérico (secreto, reservado) y exotérico (común, asequible a todo el mundo); espiar (observar o escuchar disimuladamente) y expiar (borrar las culpas, sufrir el castigo); espirar (expulsar el aire al respirar) y expirar (morir, finalizar); estático (relativo a la estática, inmutable) y extático (en éxtasis). También se deberíamos referirnos a la escritura de números. Primero con los numeros cardinales que, como norma general, del cero al nueve se escriben con la palabra que los nombra: dos, cinco, ocho. Del diez al veinte se pueden escribir con palabras o con cifras, y del veinte en adelante casi siempre suele hacerse con cifras. En el caso de que tengan que ser representados con letras, los cardinales se escriben en una sola palabra hasta el treinta y a partir de este en tres o más: treinta y uno, treinta y dos, etc. Los millones, billones, etc., se representan generalmente mediante palabras: un billón; las decenas, centenas o millares de millón (billón, etcétera) irían representados con cifras y letras: 50 millones. Sin embargo, siempre se escriben en cifras las fechas, días del mes, años (aunque no las décadas: los años viente), porcentajes, cifras con decimales, grados de temperatura, numeración de plantas y de apartamento, etc. Los numerales ordinales hasta el vigésimo primero pueden escribirse indistintamente con letras (segundo, octavo, decimoquinto), números romanos o cifras seguidas de letra voladita (3º, 5º, 7º, 12º); a partir del vigésimo, siempre con número y letra voladita. La numeración romana debe utilizarse de forma restrictiva. Además de su uso para representar números ordinales inferiores a veintiuno, fundamentalmente se emplea para la representación de siglos y el orden en los nombres de papas y reyes. Curiosamente, recuerdo que con un antiguo pero gran profesor aprendimos que tanto en los siglos como en los nombres de papas y reyes se decía el ordinal hasta décimo (Alfonso X, Isabel I, siglo V) y a partir de ahí se decía el cardinal (Juan XXIII, siglo XV, Alfonso XII), y es que este magnífico y sensacional profesor, Carlos Redondo Torre, nos enseñaba muchas cosas, como aquella curiosidad de la palabra tebeo, cuyo origen se debía al nombre de una revista española fundada en 1917, que se escribía TBO, y que seguía siendo popular en los años cincuenta y sesenta y que yo pude tener en mis manos gracias a los tebeos de infancia o juventud de mi madre, algunos en aquel libro gordo repleto de historietas que le regaló a mi madre una amiga durante su enfermedad nefrítica siendo niña que le supuso casi un curso entero de convalecencia, y de la que afortunadamente se recuperó sin problemas. Y perdóneseme esta digresión. 😉

Las dudas de carácter gramatical. Algo muy interesante y muy importante, y para mí muy bonito. En primer lugar, habríamos de referirnos a los determinantes y la cacofonía. Para evitar la cacofonía (sonido desagradable), las palabras femeninas que comienzan por a (o ha) tónica llevan la forma masculina del artículo (el artículo sigue siendo femenino pese a la forma adoptada): el alma, un águila, el haba, un hacha. El resto de los determinantes, excepto algún y ningún, que pueden utilizarse indistintamente con las dos formas, debe adoptar la forma femenina: esta agua, la misma área, a pesar de lo frecuente que es la incorrección de “este agua” que resulta menos cacofónico, pero que va en contra de la normativa o gramática prescriptiva de entonces y de ahora. Otro tema interesante e importante es el del leísmo, el laísmo y el loísmo, fenómenos típicamente castellanos, muy frecuentes en el dialecto castellano del español, especialmente del castellano septentrional. Veamos la correcta utlización de los pronombres personales átonos lo, la, los, las, le, les en función de complemento directo e indirecto, tal que así:

Complemento Directo

…………….Masculino Femenino
Singular         lo               la
Plural             los             las

Complemento Indirecto

……………..Masculino Femenino
Singular           le             les
Plural               le            les

Sin embargo, la necesidad que ha sentido el hablante de hacer una serie de distinciones, como persona/no persona y masculino/femenino, ha dado lugar a los fenómenos de leísmo, laísmo y loísmo, no todos con el mismo grado de prestigio y aceptación. Y es que, como nos decía hace años otros gran profesor de mis tiempos adolescentes, Félix Cortés Cañas, para no incurrir en errores hay que percatarse de que prima la función sobre el género.

Primeramente podríamos detallar el leísmo, que consiste en la utilización de los pronombres personales átonos le, les, en función de complemento directo cuando son los de complemento indirecto. La variedad de leísmo más generalizada es el uso de le, les referido a personas del sexo masculino. El hablante siente la necesidad de distinguir entre persona/no persona y restringe el empleo de lo, los para objetos. Cuando se trata de persona masculina y singular el leísmo está aceptado por la RAE, en los demás casos no. Vi a Luis en la plaza –> Le vi. Vi el libro en la estantería –> Lo vi. Espulsaron del colegio a dos alumnos –> Les expulsaron* (incorrecto) –> Los expulsaron. Un dispositivo mecánico expulsaba los gases –> Los expulsaba. Existe asimismo el empleo de le, les como CD referido a objetos, un uso aún mucho menos aceptado y no permitido que se considera incorrecto y vulgar, aunque muy frecuente, especialmente en Castilla: Devuélveme el libro –> Devuélmele* (incorrecto) –> Devuélmelo. Luego tenemos el laísmo, o sea, el empleo de los pronombres personales átonos la, las en función de complemento indirecto cuando son de CD. Le, les deben usarse tanto para el masculino como para el femenino en caso de CI, pero el hecho de que estas formas no distingan género hace que el hablante prefiera la, las, cuando el CI es femenino, lo cual es un error, prima la función sobre el género, a pesar de que en el dialecto castellano sea harto frecuente: Dieron las gracias a Teresa –> La dieron las gracias* (incorrecto) –> Le dieron las gracias. Escribió a sus hermanas –> Las escribió* (incorrecto) –> Les escribió. El laísmo, reitero, está muy generalizado en el habla de algunas regiones españolas, especialmente en ambas Castillas y más aún en la norteña. Aun así, es incorrecto.

Por último, cabría hablar del loísmo, esto es, la utilización de los pronombres personales átonos como complemento indrecto en lugar de le, les, tanto para persona como para cosas: Envió una regaló a su colega –> Lo envió un regalo* (incorrecto) –> Le envió un regalo. Quitó la tapa al recipiente –> Lo quitó la tapa* (incorrecto) –> Le quitó la tapa. Este uso también se considera incorrecto, y además muy muy vulgar. No obstante, en ocasiones se puede deslizar con frecuencia, aún recuerdo cómo percaté de una vez que nuestro profesor de Francés (y de Lengua en tercero de la ESO) dijo “Toma, por si quieres echarlo un vistazo*”, un claro loísmo, debía haber dicho: “Toma, por si quieres echarle un vistazo”. Ello demuestra que hasta los profesores y los que saben los vericuetos gramaticales más intrincados pueden en alguna ocasión cometer un error o fallo. Por fortuna, no somos perfectos, aunque dicho esto, hay que intentar esmerarse y evitar cometer fallos. ¿Cómo? Pues como decía Carlos, sobre todo fijándose y prestando atención. 🙂

Respecto del uso de le y su plural les, una vez que ya se ha visto que deben emplearse para indicar el complemento indirecto o el complemento directo siempre que este último sustituya a un masculino singular de persona: Le dio la mano. Le oyó (a él), habría que aludir un error muy frecuente que se debe evitar que es el uso de le, en singular, en lugar de les, cuando se refiere a un nombre plural: Le dije a sus amigos que se marcharan* (incorrecto) –> Les dijo a sus amigos que se marcharan. Este error que no suele producirse cuando el CI precede al pronombre personal átono, sí que es muy habitual cuando el CI está pospuesto al verbo, tan frecuente es que se menciona en una de las muchas conferencias, coloquios o conferencias de mi buen amigo y excelso gramático Leonardo Gómez Torrego donde reseña lo mucho que se está extendiéndo su uso, incluso él mismo, al hablar, se daba cuenta en alguna ocasión de deslizar ese error que incluso llega a aparecer de forma escrita.

Siguiendo con las dudas de carácter gramatical, también hemos de recordar de nuevo los numerales ordinales. Un error bastante frecuente es la utilización de los numerales partitivos como ordinales. El sufijo -avo indica división, partición de la unidad, y no orden en una secuencia; así, dieciseisavo significaría “cada una de la dieciséis partes” y no “que ocupa por orden el número dieciséis”; por lo tanto, sería incorrecto decir: Llegó en dieciseisavo lugar*. Sin embargo, está admitido el uso como partitivos de algunos ordinales: la cuadragésima parte, o el uso de los cardinales como ordinales: la página nueve, el día veinte. A este respecto fue muy comentada en su momento la metedura de pata del entonces ministro de Cultura, Javier Solana, diciendo edición catorceava en vez de decimocuarta, que sirvió para que muchos empezaran a arremeter contra él entre burlas y mofas. Sin embargo, no dejaba de ser una norma artificial esta que acabo de comentar. Lo decía el propio Alarcos. El “doceavo” de Solana -y, ya puestos, el “diecisieteavo” que solía soltar Eugenio d’Ors– se considera incorrecto porque otra norma artificial ha impuesto unos ordinales derivados del latín que nunca han sido de uso corriente. “Nadie dice espontáneamente que es su quincuagesimosexto cumpleaños. Ni Alfonso duodécimo, ni el papa Juan vigesimotercero. La gente usa los números y ya está. Si acaso, lo de terminar en ‘avo’ es más fácil y natural que la norma impuesta”, aunque en esos casos que menciona lo normal es que la gente no use el ordinal, pero tampoco el partitivo, sino el cardinal. No obstante, es bueno cuando menos conocer los numerales cardinales y sus correspondientes ordinales y partitivos (cardinales: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, viente, veintuno/a, apóc. veintún, treinta, treinta y uno/a, apóc. treinta y un, cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta, ochenta, noventa, cien; ordinales: primero/a, apóc. primer, segundo/a, tercero/a, apóc. tercer, cuarto/a, quinto/a, sexto/a, séptimo/a, octavo/a, noveno/a –nono/a-, décimo/a, undécimo/a, duodécimo/a, decimotercero/a, decimocuarto/a, decimoquinto/a, decimosexto/a, decimoséptimo/a, decimoctavo/a, decimonoveno/a –decimonono/a-, vigésimo/a, vigésimo/a primero/a, trigésimo/a, trigésimo/a primero/a, cuadragésimo/a, quincocuagésimo/a, sexagésimo/a, septuagésimo/a, octogésimo/a, nonagésimo/a, centésimo/a; partitivos: medio/a, tercio/a, cuarto/a, quinto/a, sexto/a, séptimo/a, octavo/a, noveno/a, décimo/a, onoceavo/a u onzavo/a, doceavo/a o dozavo/a, treceavo/a o trezavo/a, catorceavo/a o catorzavo/a, quinceavo/a o quinzavo/a, dieciseisavo/a, diecisieteavo/a, dieciochoavo/a o dieciochavo/a, diecinievuavo/a, veintavo/a o veintavo/a, veintiunoavo/a, treintavo/a, treintaiunavo/a, cuarentavo/a, cincuentavo/a, sesentavo/a, setentavo/a, ochentavo/a, noventavo/a, centésimo/a).

No quiero dejar de mencionar el dequeísmo, es decir, el uso incorrecto de la preposición “de” ante una oración subordinada introducida por “que”: Luis piensa de que no pueden suspenderlo* (incorrecto). El verbo pensar no rige preposición “de” ni suplemento, sino CD, así que la oración transpuesta a sustantivo o sintagma nominal a través de “que” ha de ir sin preposición: Luis piensa que no pueden suspenderlo. Ahora bien, debe tenerse en cuenta que, en ocasiones, dicha preposición puede estar exigida por el verbo, en cuyo caso la omisión sería incorrecta: No me enteré que ya se hubieran ido* (incorrecto). El verbo enterarse rige la preposición “de” y, por tanto, su supresión delante del SN que es la oración transpuesta por “que” resulta incorrecto, debe ser: No me enteré de que ya se hubieran ido. Por eso también conviene fijarse y no poner la preposición “de” ante un verbo que no rija dicho enlace, por ejemplo, desear. Debe decirse “Deseo que vengas”, no “Deseo de que vengas”, pero si en vez de un verbo estamos ante un sustantivo o un adjetivo, su adyacente (complemento del nombre o complemento/modificador del adjetivo) debe ir precedidos de la pertinente preposición: Lo correcto es “Tengo deseo de que vengas” y no “Tengo deseo que vengas*”, y lo mismo con el adjetivo, debe decirse “Estoy deseoso de que vengas” y no “Estoy deseoso que vengas*”. ¡Ojo! 😉

También sería interesante que reparáramos en el anacoluto, que consiste en la falta de rigor o consecuencia sintáctica al construir una frase o período, una oración o estructura. Por ejemplo: El empleado de quien te hablé le han ascendido. Para que esta oración tuviera sentido, “el empleado de quien te hablé” debería ser el sujeto paciente de la llamada pasiva perifrástica: El empleado de quien te hablé ha sido ascendido. O bien, el complemento directo de la oración principal cambiando “el” por la contracción “al”: Al empleado de quien te hablé le han ascendido. El anacoluto suele producirse cuando se hacen incisos largos y quedan demasiado alejados los términos que deberían concordar, por lo que se pierde conciencia de la relación sintáctica que existe entre dicho términos.

Otro tema relevante es la utilización del gerundio. El gerundio presenta una acción en su desarrollo (hablando, bebiendo, helando). Cuando acompañaba a un verbo principal debe expresar una acción anterior o simultánea a la de este último: Creyendo que no lo verían, entró por la ventana. Llegó protestando. Sin embargo, existe un uso muy extendido que se considera incorrecto o poco elegante; es el llamado gerundio de posterioridad, ya que introduce una acción posterior a la del verbo principal o bien constituye el efecto o consecuencia de este: Salieron en busca del coche, encontrándolo horas más tarde* –> Salieron en busca del coche, y lo encontraron más tarde. Otro empleo poco recomendable, censurado como galicismo, es la utilización del gerundio como atributo o predicativo (o como adyacente o CN), es decir, para denotar una cualidad, un estado o una circunstancia del sustantivo al que se refiera: Un pequeño paquete conteniendo libros* –> Un pequeño paquete que contiene libros. Por eso es censurable el llamado gerundio de Boletín Oficial: Ley regulando tasas judiciales* –> Ley que regula o por la que se regulan tasas judiciales. Solo los gerundios hirviendo y ardiendo tienen valor atributivo, funcionando como CN o adyacente: té hirviendo, un tronco ardiendo.

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Otro tema de especial trascendencia es el de la concordancia sujeto/verbo. El verbo debe mantener con el sujeto concordancia en número y persona; esta norma no suele plantear problemas en la mayoría de los casos, pero cuando el sujeto es un sustantivo como grupo, colectivo, etc., o un sintagma nominal como la mayor parte de los jóvenes, el 60% de los encuestados, etc., las dudas en cuanto al número del verbo pueden surgir. Para los más puristas, en dichos casos, el verbo debe ir en singular, ya que, aunque se trate de colectivos, su número gramatical sigue siendo el singular: Un grupo de vecinos se reunió ayer, un colectivo de médicos se hará cargo del caso, la mayor parte de los jóvenes no está de acuerdo con esa ley, el 60% de los encuestados opinó a favor de las reformas. Es decir, los más puristas abogan por la concordancia del verbo con el núcleo del SN sujeto y no con el núcleo del adyacente o CN de ese núcleo del sujeto, aunque ello se puede admitir, y sería lo llamaríamos concordancia “ad sensum” (o por el sentido). A veces no se cumplía la norma antedicha, especialmente cuando es necesario precisar el género. Por ejemplo, la oración: Un alto porcentaje de mujeres ha sido maltratado es correcta sintácticamente; sin embargo, resulta extraña en cuanto a su interpretación: no es el porcentaje el que ha sido maltratado, sino cada una de las mujeres que forman dicho porcentaje. Por ello es preferible utilizar el verbo en plural: Un alto porcentaje de mujeres han sido maltratadas. Los números y cifras deben concuerdan, en principio, en plural, ya que implican noción de cantidad: Acudieron al concierto más de un millar de espectadores. Todos los días llegan un centenar de cartas. Hay excepciones como cuando se hace referencia a la unidad: Todavía no es la una, y no Todavía no son la una*.

Otro asunto que suele suscitar dudas es el de los estilos directo e indirecto. Tanto el estilo directo como el indirecto informan sobre lo que una persona ha dicho, a través de los llamados verbos de lengua, como decir, afirmar, declarar, contestar, responder, manifestar, etc. El estilo directo reproduce textualmente lo expresado por una persona; este mensaje va entre comillas y separado del verbo introductorio por dos puntos. El estilo indirecto no lo reproduce textualmente, sino que lo hace a través de las llamadas oraciones subordinadas. El presidente dijo: “No haré ningún comentario”. –> Estilo directo. El presidente dijo que no haría ningún comentario. –> Estilo indirecto. Un error frecuente, sobre todo en los medios periodísticos, es mezclar ambas posibilidades: El presidente dijo que “no haré ningún comentario”, El presidente dijo que “no haría ningún comentario”. No obstante, en el estilo indirecto sí que es habitual que se incluyen entre comillas algunas palabras con objeto de remarcar que han sido literales o textuales: El presidente fue categórico y dijo que no iba a ceder a las pretensiones de los sectores radicales “bajo ningún concepto”. 😉

Otra cuestión que no es baladí es la de los comparativos. Ya se ha visto con anterioridad (hay entradas en este mismo blog donde hablo de ello) que existen adjetivos que tienen por sí mismos valor comparativo (mayor, menor, mejor, peor, inferior, superior) y es un error bastante habitual aplicarles partículas aumentativas o diminutivas como si se tratara de un adjetivo en grado positivo sin tener en cuenta, por tanto, dicho valor comparativo: Julia es más mayor que tú* –> Julia es mayor que tú. Se puede utilizar lo de “más mayor” cuando mayor no tiene valor comparativo. Lo colocó en el estante más inferior* –> La colocó en el estante inferior. Superior e inferior admiten “muy”: muy superior, muy inferior; mientras que mayor, menor, mejor y peor se combinan con mucho: mucho mayor, mucho, mucho mejor, mucho peor, como uno puede comprobar leyendo, por ejemplo, el magnífico Diccionario Panhispánico de Dudas.

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Podríamos asimismo detallar ciertos casos particulares, por ejemplo, las diferencias gramaticales en grupos de palabras homófonas. Adonde, a donde/adónde, a dónde. Los primeros, sin tilde, son adverbios relativos y antaño el primero se usaba siempre que hubiera antecedente y el segundo, o sea, separado, cuando no llevaba antecedente, al no cuajar esta recomendación, se escribirían y pueden escribirse indistintamente igual que los dos últimos, pero estos últimos no son relativos, sino adverbios interrogativos. Este es el pueblo adonde nos dirigimos. Fuimos a donde nos dijeron. ¿Adónde vais? ¿A dónde vais? Dime a dónde habéis llegado. Todos ellos, obviamente, deben reservarse siempre a verbos de movimiento. Luego están porque/por que/porqué/por qué. El primero como la llamada conjunción causal: Me enfadé porque no me avisaron. El segundo como la suma de preposición por y el relativo que, donde este último equivale a el que, la que, los que, las que, el cual, la cual, los cuales, las cuales: La carretera por que pasamos. También puede ser la preposición regida por el verbo como enlace y el que transpositor que introduce una sustantiva conformando ambos elementos un complemento de régimen o suplemento: Se preocuparon por que todo saliera bien, que es muy distinta de una oración con el mismo verbo donde se ponga un aditamento causal: Se preocuparon porque no llamaba por teléfono. El tercero es un sustantivo, lleva determinantes y significa razón, causa o motivo: No conozco el porqué de su dimisión. Y el último es la suma de la preposición por y el interrogativo qué: ¿Por qué no llamaste? Dime por qué no me llamaste. También podríamos hablar de demás/de más, el primero es un adjetivo o pronombre indefinido: Los demás niños fueron de excursión. Vinieron Paula y las demás. Guarda lo demás en el armario; y el segundo está formado por la preposición de y el adverbio más y significa de sobra, de añadidura. Si depende del verbo estar, significa sin trabajo, sin ocupación, etc.: Me dio cien pesetas de más. Pesa varios quilos de más. Hace dos meses que está de más. Otra famosa dicotomía es la diferencia entre sino/si no, la primera es una conjunción adversativa y, por lo tanto, introduce una aseveración que se opone a lo expresado por la proposición anterior: No estaba con Carmen, sino con Lucía; y la segunda está constituida por la conjunción condicional si y el adverbio de negación no: Si no contesta, telefonea más tarde. Y, por último, el no menos célebre a ver/haber, frecuente confusión, aunque incomprensible ya que no existe entre ellos ningún tipo de similitud léxica ni gramatical. A ver es una locución formada por la preposición a y el infinitivo ver y se emplea para mostrar interés, curiosidad o expectación, llamar la atención a alguien, etc.: ¿A ver? Enséñame ese reloj. A ver si llegas antes. ¡A ver! ¿Quién me atiende? Y haber es el infinitivo de un verbo auxiliar y forma perífrasis con otros verbos: Haber salido tan pronto me parece una buena idea. De haber sabido eso, no hubiese ido. Ya debe de haber entrado.

Incluiremos, ya para terminar, algunas incorrecciones habituales. Por ejemplo que/quien, el relativo que se usa tanto para personas para cosas, aunque preferentemente referido a estas últimas. Sin embargo, quien hace referencia exclusivamente a personas y un error frecuente es la utilización de quien referido a sustantivos como congreso, parlamento, cámara, etc., que, si bien están constituidos por personas, no puede considerárselos como tales: Es la asamblea quien deberá decidir* –> Es la asamblea la que debería decidir. Otro error muy propio de gente inculta es el uso de la preposición contra en lugar del adverbio cuanto en las locuciones cuanto más, cuanto menos (las que en la Gramática de Marcos Marín uno estudiaría como construcciones de correlación proporcional): Contra más rápido, peor lo harás* –> Cuanto más rápido peor lo harás. También está el término sendos, un adjetivo distributivo –a veces incluido entre los indefinidos- que se aplica a dos o más cosas, cada una de las cuales se destina o corresponde a cada una de otras tantas personas o cosas: Luis y Marisa van montados en sendas bicis. No debe, por tanto, confundirse con ambos, adjetivo y pronombre que signifca “los dos a la vez” o “uno y otro”: Ambas obras poéticas fueron premiadas. Sendas obras poéticas fueron premiadas* (incorrecto), Velázquez y Murillo, ambos pintores. Velázquez y Murillo, sendos pintores* (incorrecto). Y, por último, podríamos mencionar prever, pues a menudo se confunde la conjugación de este verbo con la de proveer, por lo que se originan formas incorrectas como preveer*, preveyó*, preveyendo*. Prever es un verbo irregular que significa augurar y debe conjugarse como “ver”, por lo tanto, las formas correctas son: prever, previó, previendo. Distinto es el caso de proveer, con el significado de dotar, surtir, que también es irregular y este sí, se conjuga como leer: proveer, proveyó, proveyendo. 😉

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